El perdón nunca es fácil. Ni darlo, ni pedirlo, ni recibirlo, pero tampoco hablar de él, y más aún si de niños se trata. Dependiendo de la edad del niño, esta palabra puede resultar un concepto demasiado abstracto para poner en palabras con facilidad.
Todo se entremezcla para hacer del perdón un combo difícil de digerir
Incluso a nosotros los adultos puede que nos cueste hacer las paces con algunas aristas del perdón. Quizás recién ahora, después de mucha práctica, comenzamos a vislumbrar sus beneficios. Quizás, por experiencias vividas, incluso algunos puede que tengan un status de relación cada vez más “complicada” con perdonar o pedir perdón.
La realidad es que, cuando de perdón se trata, se juegan muchas cuestiones en simultáneo. Algunas más fáciles de identificar que otras: el orgullo, el individualismo, el rencor, la presión, la sumisión, la dignidad, la falta de empatía o amplitud. Todo se entremezcla para hacer del perdón un combo difícil de digerir.
¿Cómo hablar de este tema con los niños?
Sabemos que lo que importa realmente es lo genuino del perdón, no tanto la existencia de la palabra, sin contenido alguno. Y también sabemos que aprender desde temprano a responsabilizarnos por nuestros actos, y por cómo estos afectan a otros, se convierte en una herramienta indispensable para la construcción de nuestra propia felicidad.
Te dejamos ciertas ideas para enseñar a nuestros hijos sobre el perdón, una calle doble mano que vale la pena transitar hoy y siempre.
Prediquemos con el ejemplo
No temamos pedir o aceptar disculpas delante de nuestros hijos. Incluso a ellos o de parte de ellos. Poder naturalizar el disculparnos y hacernos responsables de una equivocación, o aceptar un perdón pedido por otra persona puede mostrar a nuestras familias que no se trata de estrategias o disculpas obligadas, sino que el perdón es parte de la vida cotidiana, y hace bien.
Sepamos, primero nosotros, pedir disculpas a nuestros hijos, sepamos pedirlas a otra persona delante de ellos, sepamos aceptar disculpas de otros, sepamos admitir un error.
Comprender el perdón
Es preciso que los niños comprendan que esto implica una reflexión y una acción. Si nuestros niños piden perdón constantemente, pero nada cambia, o si lo piden obligados y a regañadientes, de nada servirá al final del día esa disculpa. Dependiendo de la edad de nuestros niños, necesitamos explicarles por qué han sido “castigados”, preguntarles si entienden por qué están pidiendo disculpas, o ayudarlos con ejemplos prácticos.
El perdón no debería ser un pase libre para seguir jugando como si nada, sino el producto de una reflexión real que conduce hacia el cambio. Una idea podría ser poder ayudarlos a poder describir y poner en palabras el porqué de esa disculpa. No es lo mismo decir “perdón” que pedir “perdón por haberte gritado”.
Cómo tratarlo en la infancia…
Cuando de niños pequeños se trata, introducirlos lentamente al concepto de perdón resulta más viable si lo hacemos desde el concepto del amor y el cuidado: cuidamos porque amamos. Podemos usar analogías sencillas, juegos, lectura de libros con historias cortas e ilustrativas o incluso tarjetas con expresiones faciales o colores que ayuden a expresar emociones.
…Y más allá
Cuando los niños ya son un poco más grandes, diferenciaciones naturales comienzan a surgir, que siempre es bueno tener en cuenta y conversar. Perdonar no siempre implica reconciliarse, podemos lastimar, incluso si no fue nuestra intención, es preciso poner límites frente ante el trato de personas que piden perdón, pero no modifican sus conductas, es difícil ganar la confianza, pero no tan difícil perderla, todos nos equivocamos, el rencor nos envenena por dentro, no toda disculpa es genuina, la verdad puede doler, las formas hay que cuidarlas, el perdón no es un sentimiento sino más bien una decisión.
La importancia de la familia
Se pueden realizar reuniones familiares para poner sobre la mesa las cuestiones que nos duelen, las disculpas que precisan ser pedidas o dadas. En confianza y en la mesa familiar.
Equivocarnos y disculparnos requiere cierta reparación. Sin obligar, es bueno incentivar a nuestros hijos a que consuelen o abracen al amigo a quien le han roto el juguete.
El perdón implica humildad, virtud que vale la pena ejercitar a lo largo de nuestras vidas. Pero el perdón comienza en realidad un paso antes de pedirlo: comienza por conocer los límites de otros, practicar el respeto y reconocer que todos podemos equivocarnos.
No hace falta que obliguemos a nuestros hijos a disculparse. Pero si les enseñamos desde peques sobre el perdón, estaremos enseñando que los errores tienen solución, y que gran parte de esa solución se encuentra en nuestras manos.
El perdón pedido, dado, o recibido, no trae más que beneficios: no solo se fomentan las habilidades cognitivas, sino que se aprende, con el tiempo, que perdonar o pedir perdón nos hace tan bien a nosotros como a los demás. La paz vale la pena.