La técnica de la tortuga, un método para controlar la conducta impulsiva

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La técnica de la tortuga es un cuento que sirve para ayudar a los niños a controlar sus impulsos. Te mostramos sus beneficios y cómo aplicarla adecuadamente.

Es importante enseñar a nuestros hijos a controlar sus emociones

La técnica de la tortuga, creada por la psicóloga Marlene Schneider, es una técnica de autocontrol emocional metafórica en la que la tortuga representa al niño en ciertas situaciones de falta de autocontrol.

Mediante este cuento se enseña al niño cómo controlar sus impulsos en situaciones diarias de pérdida de control tanto en el colegio como en casa. Asimismo, ayuda a controlar las acciones, emociones y sentimientos disruptivos.

Esta técnica se puede aplicar a niños que tienen entre 3 y 7 años ya que, para los más mayores se recurre a técnicas similares, pero sin hacer mención a la tortuga. Sirve para cualquier niño, aunque se ha demostrado muy útil en niños con un alto grado de impulsividad o TDAH.

Objetivos

Fases de la técnica de la tortuga

Esta técnica consta de 4 fases:

  • Fase 1: Parar

El niño debe reconocer sus emociones y pararse a pensar “metiéndose en su caparazón”.

Eso le da tiempo para respirar y pensar tranquilamente en posibles soluciones a su problema, que no incluyan la violencia.

El caparazón lo puede simular recogiendo sus piernas y cubriéndolas con sus brazos.

  • Fase 2: Mantener la postura

Contener la postura unos 10 segundos con el cuerpo tenso.

  • Fase 3: Relajar

El niño va aflojando la tensión de su cuerpo y se va relajando gradualmente.

La respiración abdominal sirve para destensar los músculos y favorecer que la rabia y la frustración se puedan controlar.

Además, se busca una solución al problema.

  • Fase 4: Reconocer

Si el niño lo ha realizado adecuadamente, se le felicita para que se sienta bien y lo vuelva a repetir.

Después, hay que hablar con él sobre el motivo de su enfado y cómo se ha sentido recurriendo a esta técnica.

El cuento de la tortuga

Este es el cuento que hay que contarle al niño para explicarle la técnica de la tortuga:

Hace muchos años vivía una tortuga joven y elegante que tenía X (poner la edad del niño) años.

Se llamaba Tortuguita y no le gustaba nada ir al colegio, prefería quedarse en casa con su mamá y su hermanito.

No quería estudiar ni aprender nada, solo correr y jugar.

Escribir letras y números le parecía muy aburrido y solo quería retozar y reírse con sus compañeros (y pelearse con ellos).

No quería colaborar ni ayudar a los demás ni escuchar lo que le contaba su maestra.

Tan solo quería hacer esos sonidos maravillosos, como de bomba de incendios zumbando, que hacía con la boca y que a su maestra no le gustaban nada. Resultaba muy duro estar quieto y callado en clase.

Cada día, de camino a la escuela, se prometía esforzarse todo lo posible para no meterse en líos y portarse bien.

Sin embargo, siempre le enfurecía alguien y acababa peleándose o perdiendo la razón si se equivocaba. Al final, siempre estaba metido en problemas.

Empezó a pensar que era una tortuga mala y se sentía muy mal por ello.

Un día, cuando se encontraba peor que nunca, se encontró con la tortuga más grande y más vieja de la ciudad. Era una tortuga muy sabia, que tenía 200 años y que era tan enorme como una casa.

Tortuguita le habló con voz muy tímida porque estaba muy asustada, pero la tortuga vieja era muy bondadosa y estaba deseosa de ayudarle.

— ¡Hola! —dijo con su voz inmensa y rugiente— Voy a contarte un secreto. ¿No comprendes que llevas sobre ti la respuesta para los problemas que te agobian?

Tortuguita no sabía de qué le estaba hablando.

— ¡Tu caparazón!—le explicó la tortuga sabia— Para eso tienes una coraza. Puedes esconderte en su interior siempre que te entre la ira o si te sientes mal por algo.

Cuando te encuentres en el interior de tu caparazón, podrás disponer de un momento de reposo y descifrar lo que has de hacer para resolver tu problema. Así pues, la próxima vez que te irrites, ¡métete inmediatamente en tu caparazón!

A Tortuguita le gustó la idea y estaba deseosa de probar su nuevo secreto en la escuela.

Llegó el día siguiente y cometió de nuevo un error que estropeó su hoja de papel blanco y limpio. Empezó a notar cómo crecía la cólera en ella y estuvo a punto de perder la compostura, cuando recordó de repente lo que le había dicho la tortuga viejita.

Rápidamente encogió sus brazos, piernas y cabeza, y los apretó contra su cuerpo permaneciendo quieta hasta que supo lo que tenía que hacer. Fue maravilloso para ella encontrarse tan tranquila y confortable dentro de su concha, donde nadie podía molestarla.

Cuando salió fuera, quedó sorprendida al ver a su maestra que la miraba sonriente. Ella le dijo que se había puesto furiosa porque había cometido un error.

La maestra le contestó que estaba orgullosa de ella y de cómo había actuado y Tortuguita continuó utilizando este secreto a lo largo de todo el resto del curso.

Al recibir sus notas, comprobó que era la mejor de la clase. Todos la admiraban y se preguntaban maravillados cuál era, en realidad, su gran secreto.

Una vez le hayas contado el cuento, dile que él puede hacer lo mismo y que cuando se sienta enfadado o molesto con ganas de gritar o pegar puede hacer lo mismo que la pequeña tortuga y encogerse en su cuerpo, respirar y reflexionar hasta que sepa la solución al dilema.

Irene García Pérez

Periodista / España

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.