El sueño en la adolescencia: ¿Normal o excesivo?

Cuándo es poco, cuándo es mucho y cuándo se trata de un descanso saludable

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Los adolescentes atraviesan muchos cambios durante esta etapa, incluyendo modificaciones en sus ritmos de sueño. Hoy vamos a ver qué pasa con su descanso y algunos consejos para que puedan dormir más y mejor.

Si como padre o madre de adolescentes has notado cambios en su patrón de sueño, no te preocupes, es perfectamente normal

Es de común conocimiento que la etapa vital de la adolescencia implica muchísimos cambios, tanto físicos como emocionales para los jóvenes de entre trece a dieciocho años, aproximadamente.

Durante la adolescencia, el cuerpo entra en una revolución. Los cambios físicos atropellan, en mayor o menor medida, más o menos rápido o de golpe, pero sin excepción a todos los jóvenes.

Es por esto que, si como padre o madre de adolescentes has notado cambios en su patrón de sueño, no te preocupes, es perfectamente normal. Se trata de solo uno de los cambios que atraviesan nuestros queridos adolescentes.

¿Cuáles son los principales patrones de sueño?

Pero sí cabe preguntarse: ¿Por qué ocurre esto? ¿Cuándo se trata de un factor que es parte de una etapa y cuándo se torna ‘preocupante’?

Es necesario tener en cuenta, en primera instancia, que los adolescentes necesitan dormir alrededor de nueve o hasta diez horas por noche para sentirse plenos y en total capacidad de actividad durante el día. El problema es que, a su vez, ocurre que los adolescentes suelen dormir muchas menos horas, teniendo por costumbre acostarse más tarde y levantarse más tarde.

Ahora, esto no se trata en realidad de una mera costumbre. Ocurre que los diversos cambios relacionados a la pubertad provocan que la hormona del sueño, llamada melatonina, se libere más tarde en el día. Esto provoca que se altere el ritmo y ciclo de sueño y vigilia. Y aunque estas alteraciones se consideran propias de la etapa, muchas veces se chocan con los ritmos diarios a los que los adolescentes responden, como levantarse muy temprano para ir a la escuela, intentar mantener la concentración durante largos periodos de tiempo o realizar muchas actividades durante el día.

A pesar de estas contradicciones y dificultades, lo último que quisiéramos es que nuestros hijos se encuentren privados de las horas de sueño que necesitan. Esa falta de descanso puede afectar la capacidad de atención y aprendizaje, la memoria, el desempeño escolar, la salud física, psicológica y anímica, y el disfrute cotidiano.

Estudios han revelado que incluso pequeñas diferencias, como poseer entre 40 y 20 minutos de menos de sueño, puede afectar el rendimiento de un joven durante su jornada diaria.

Nuestro cerebro no duerme cuando nosotros dormimos. Por el contrario, se ocupa de diversas actividades que necesitamos para subsistir saludablemente en el día a día. Durante nuestro sueño, nuestro cerebro se encarga de ‘resetear’ las experiencias diarias. Repara el desgaste diario, ordena la información que procesamos cuando estamos despiertos, elimina y recicla toxinas, y hasta ayuda a crear memorias. Es por esto que las implicancias de la falta de sueño son muchas, muy variadas y hasta a veces, irreversibles.

Consejos para mejorar el sueño en la adolescencia

Teniendo en cuenta la posible gravedad del asunto, podemos hablar de qué podemos hacer de forma general para ayudar a nuestros jóvenes a descansar mejor.

  • Establecer una rutina. Sí, suena muy difícil, pero puede resultar muy beneficioso. Acostarse y levantarse todos los días en horarios similares genera una rutina que le enseña al cuerpo cuándo es momento del descanso. Mantener una rutina dentro de todo ordenada, puede colaborar en el caso de que existan muchos desajustes en el patrón de sueño.
  • El finde, un poco más. Como hablamos de rutina, también hablamos de compensación. Es normal que los adolescentes duerman mucho los fines de semana, por ejemplo, para compensar el cansancio semanal. Dormir aproximadamente tres horas más de lo habitual en un fin de semana puede ayudar a mantener una rutina que también contemple esta necesidad.
  • Cuidado con las siestas. Las siestas de más de 30 minutos pueden dar vuelta el ritmo de sueño del día, exponencialmente. En cambio, las siestas cortas pueden ayudar a continuar con el día con más eficiencia.
  • Preparar el ambiente. Consumir cafeína algunas horas antes de acostarse, comer mucho antes de dormir, realizar actividades estimulantes como jugar videojuegos, usar el celular o mirar televisión. Todos estos son factores que pueden disminuir la somnolencia. En cambio, dormir en una habitación privada de luz, ruidos molestos o pantallas prendidas, escuchar música tranquila o bañarse puede proveer el relajo necesario para entrar en sueño con fluidez.
  • Actividad. Salir durante el día, recibir una saludable exposición solar y realizar actividad física son hábitos necesarios para dormir mejor y más profundamente durante la noche.

Si bien estos consejos aplican a la gran mayoría de la población adolescente, es importante tener en cuenta que el sueño puede verse directamente afectado por factores como el consumo de alguna medicación específica, o alguna condición física o psicológica.

Si nuestros hijos no pueden conciliar el sueño bajo y se encuentran demasiado cansados, por el motivo que sea, es imperativo consultar a un profesional. Existen diferentes trastornos del sueño que pueden ser ayudados de diferentes formas para alcanzar una mayor calidad tanto en el descanso como en la vida de nuestros adolescentes.

Heliana Moriya

Docente de música de niveles inicial, primario y secundario

Psicopedagogía