¿Estás buscando la forma de introducir hábitos saludables en el día a día de tu familia? Te proponemos algunas pautas básicas para acompañar la etapa de la niñez que puedes empezar a incorporar desde hoy mismo.
Alrededor del 40% de nuestras acciones diarias no son realmente decisiones, sino hábitos adquiridos
Han pasado algunas décadas desde que se comprobó científicamente que alrededor del 40% de nuestras acciones diarias no son realmente decisiones, sino hábitos adquiridos a lo largo del tiempo.
Esta es una de las tantas razones por las que el período de la infancia es tan importante a la hora de formar una familia y educarla. La figura del hogar cumplirá un rol central como influencia directa de cada niño.
Es importante entender el impacto de los hábitos en nuestros hijos significa asumir que cada hábito que incorporen, sean estos buenos o malos. Dependiendo de esto, serán más o menos difíciles de revertir.
Esto dependerá de su frecuencia a lo largo del tiempo. También es real que, sin importar el tipo de hábito, estos estructuran gran parte de su vida, les dan seguridad y ayudan a lidiar con el estrés y la ansiedad.
Si estás leyendo esto, muy probablemente tu principal objetivo sea fomentar desde temprano buenos hábitos básicos para tus niños ya que los ayudarán a crecer saludablemente, previniendo posibles enfermedades y riesgos que atentan contra su bienestar pero, ¿cuáles priorizar y cómo mantenerlos?
Presentamos aquí algunas de las pautas más importantes a seguir para lograrlo desde el rol que nos toca como padres:
Enseñar con el ejemplo
No podemos minimizar el hecho de que los hijos nos ven como sus referentes directos, y que van a intentar imitar de nosotros una gran cantidad de conductas verbales y no verbales de forma consciente (o no).
Por lo tanto, reconocer nuestra influencia y esforzarnos por mantener una coherencia entre lo que decimos y hacemos es posiblemente lo mejor que podemos hacer por ellos en esta etapa de su desarrollo y no esperar resultados por arte de magia.
Establecer reglas básicas y fuertes
El ejemplo típico bien podría ser el de pautar horarios para dormir, comer, estudiar y jugar. Los niños todavía no cuentan con los recursos para autocontrolarse, por lo que ayudarlos a asignar un tiempo más o menos específico para cada actividad les permitirá una gestión balanceada de su día a día.
Eventualmente, podrán lograr incorporar estos hábitos sin nuestra ayuda permanente y podremos confiar más en ellos. Aún así, es muy importante continuar con un mínimo seguimiento, así sea con una mayor distancia
Agrupar conductas sanas en cadena (rituales)
Siendo que gran parte del aprendizaje se adquiere por asociación, otra estrategia podría ser integrar y complementar una serie de conductas saludables que se realicen de forma consecutiva. Por ejemplo: Durante el momento previo a dormir, el niño cena, se lava los dientes, se acuesta, y escucha un cuento.
Cuidado con que este recurso no se vuelva un arma de doble filo. Es fundamental revisar con detalle qué conductas vamos a procurar alentar e incluir en el combo. Sobre todo, porque sin querer podemos estar fomentando rituales mixtos con hábitos y comportamientos contradictorios entre sí.
Por ejemplo, antes de que el niño se vaya a dormir (es decir, con idea de cerrar el día de forma relajada), se lava los dientes, pero antes de acostarse ve una película muy estimulante que le genera ansiedad y dificultades para conciliar el sueño. Esto instala una conexión inadecuada del sueño con el ocio y el exceso de energía.
Cultivar mejores hábitos alimenticios y de actividad física en el hogar
Hoy por hoy todos conocemos los beneficios de incorporar estos hábitos a nivel físico y mental. Sin embargo, el riesgo de enfrentar consecuencias tan actuales como los desórdenes alimenticios o enfermedades tales como la diabetes o la hipertensión en niños adolescentes sigue tan latente como siempre, por no decir en aumento.
Por eso es que, si se quiere evitar un arrastre no saludable desde la niñez, el trabajo sistemático de la familia por estimular una alimentación rica, sana, y balanceada en nutrientes en complemento con la inclusión del deporte en la rutina semanal de los hijos se vuelve crucial.
Y si de verdad se quiere dar un paso superador, estos hábitos deberían extenderse a toda la familia. No solo para el beneficio de cada miembro, si no para que el niño pueda comprobar interna y externamente el impacto positivo en su vida y la de los demás de forma directa y natural.
Debemos asumir que la cultura, las amistades, y los círculos sociales que el niño frecuente muy posiblemente no vayan a fomentar estos hábitos como sí lo puede lograr la familia con un trabajo intencional y organizado.